El asesinato póstumo de los Estévanez.


Interesante artículo de nuestro compatriota Francisco Javier González.


Nicolás Estévanez había muerto en París un 21 de agosto de 1914 intentando, a pesar de sus 76 años, ayudar al ejército francés ante la invasión germana de la tierra de su exilio. Su hermano Patricio murió en su casa de Santa María de Gracia, con el almendro patrio cargado de su dulce fruto, también en agosto, pero de 1926. El más pequeño de los Estévanez, Diego, marino y poeta, murió en plena juventud en 1866, pero el alma de todos ellos quedó vagando en aquella casona de Gracia, llamada “la casa de Geneto” –todo el lugar de Gracia y Lomo Guirre estaba incluido en el barrio lagunero de Geneto- a la fresca sombra del almendro. Allí quedaba también el recuerdo vivo de los Meade, constructores de la casa en 1735. Desde sus hoy ruinosos balcones presenció la dama irlandesa Dª Isabel Meade de Murphy el ataque de la escuadra de Nelson a Santa Cruz y, temiendo posibles saqueos de los británicos, escondió sus joyas en un pozo al pie del almendro. Ligados a la casa quedan también los recuerdos románticos de Ricardo Murphy unidos a los de sus ocasionales moradores como Sabin Berthelot, Adolphe Coquet, Blasco Ibañez, o las correrías infantiles del que luego sería General Leopoldo O’Donell, las tertulias políticas y literarias con una ilustre nómina de nombres desde Viera y Clavijo a Teobaldo Power, pasando por Valentín Sanz, Alfonso Dugour, Elías y Antonio Zerolo, Tabares Bartlett, Rodríguez Moure, Fco. Mª Pinto, Agustín Guimerá, Ramón Gil Roldán y una larguísima lista de exiliados o desterrados españoles republicanos en lucha con el nepotismo y el despotismo monárquico hispano. Luego vino el pintor Francisco Borges Salas, yerno de Patricio Estévanez , a quien Eduardo Westherdal denominó como “una caso patológico de integridad” que, acosado y perseguido por Falange Española se exilia a Venezuela con sus cuadro, sus esculturas, sus grabados y su familia, no regresando hasta 1962, casi al tiempo que su escultura “La Fecundidad” era liberada de los sótanos municipales en que la había encerrado el fascismo pacato que dominaba el ayuntamiento santacrucero y llevada a la frescura del Parque García Sanabria para donde fue concebida.
Francisco Borges Salas muere en 1994, pero la familia Borges Estévanez sigue viviendo en la casona de Gracia, soñando con la vieja idea de Borges Salas de convertirla en un museo donde, además de su ingente obra artística, se reúna lo más sobresaliente de todos los personajes que por ella han transitado o vivido, en especial lo relacionado con los hermanos Estévanez, hasta que 10 años después, en 2004, entre el Cabildo de Tenerife y el Ayuntamiento de Aguere deciden el asesinato –póstumo y alevoso- de la memoria de los Estévanez y de toda la intelectualidad canaria relacionada con la que fue “Casa de Geneto” y reducir a astillas el ya muerto tronco del almendro que encabeza el himno que ellos llaman de Canarias. Entre el desdoblamiento de la Avenida de los Menceyes que desarrollaba el Ayuntamiento lagunero y las obras del tranvía que comenzó el Cabildo, la casa quedó sentenciada. No fueron las “autoridades” de la pseudonacionalista CC y su alter ego del PP las que frenan el asesinato. Fue la movilización popular -en la que Azarug jugó un papel destacado en la recogida de firmas- la que impidió que las palas mecánicas que maniobraban a escasos 40 metros de la casa acabaran derribándola. Se solicitó entonces la declaración como Bien de Interés Cultural –BIC- y el Cabildo se vio obligado a negociar con Francisco Borges Estévanez la compra del inmueble y el solar de unos 5.000 m2 que ocupaba. La compra se realizó en julio de 2007 por un importe de 900.000 euros, cantidad muy alejada de los 306 millones que empleó en el tranvía que la amenazaba. Parte del trato de venta era que la familia Borges Estévanez podría ocupar la casa adjunta –antiguo taller de escultura de Borges Salas- hasta febrero de 2009, como así sucedió aunque en el ínterin muriera Francisco Borges Estévanez, quedando en la vivienda su esposa y su hija Cristina.
En 2008 la casa, ya propiedad del Cabildo, fue progresivamente entrando en estado ruinoso. Bajo la presión de denuncias públicas se colocó en mayo una cubierta plástica y una malla en el tejado y se apuntalaron algunos muros, aditamentos que en noviembre de ese mismo año son denunciados por el grupo socialista de Aguere como insuficientes, solicitando la creación de un espacio cultural en la que denominó como “olvidada Casa Estévanez”. En mayo de 2009, con dos años de retraso, el Cabildo incoa expediente de declaración del inmueble como BIC en su categoría de Sitio Histórico, con un expediente en que delimita el lugar y relata una buena parte de su historia, aunque la única acción que se realiza es trasladar los petroglifos que se encontraban en la finca en las paredes basálticas del “Barranco de los Gomeros”. El coordinador general de Cultura y Patrimonio Histórico, Cristóbal de La Rosa, declara entonces que el Cabildo había adquirido la finca para “impulsar su conservación, rehabilitación y puesta en uso, teniendo en cuenta sus notables valores históricos y arquitectónicos pero, especialmente, su considerable valor como referencia cultural” y que “con la colaboración de Metropolitano de Tenerife se ha redactado ya el proyecto de rehabilitación de la casa y los jardines”. Otra vuelta de tuerca más en el proceso de lento asesinato póstumo de los Estévanez y de nuestra historia. Entramos ahora en el último capítulo; hace muy pocos días todos hemos podido ver un vídeo del concejal socialista lagunero Yeray Rodríguez que nos muestran el asesinato ya casi consumado con una casa semiderruida –los plástico y mallas de la cubierta habían desaparecido desde el verano de 2009- en que ladrones por encargo de losas chasneras y tea han ido desvalijando el abandonado inmueble rompiendo la triste cerca que como única protección había colocado el Cabildo.
Nicolás Estévanez rompió su sable de militar y abandonó su cargo en el Ejército Español cuando el brutal colonialismo hispano en Cuba asesinó a 9 estudiantes de medicina habaneros. Se enfrentó con el carnicero Weyler por su política de tierra quemada en la colonia caribeña y de nuevo por la injusta prisión a Secundino Delgado por el que llegó incluso a retar a duelo al torturador Millán Astray. Ese Weyler, Marqués de Tenerife, que da su nombre a la mejor plaza de Santa Cruz y que el supuesto nacionalismo de CC y, por supuesto, el avieso españolismo retrógado del PP conservan el nombre de ese individuo, criminal de guerra, del que Nicolás Estévanez escribió: “Mirada de reptil, cuerpo de enano,/instinto de chacal, alma de cieno,/hipócrita, cobarde, vil y obsceno/como el más asqueroso cuadro humano./Azote un tiempo del país cubano,/a todo noble sentimiento ajeno,/hasta el mismo Satán convierte en bueno/esa excrecencia del linaje humano./Ruinas, desolación, hambre y miseria/las obras son que a ejecutar se atreve/ese horrible montón de vil materia./¡Y a un monstruo tal, con intención aleve,/el Gobierno de Cuba encarga Iberia/ al acabar el siglo diez y nueve!”. Weyler permanece en su plaza pero de los Estévanez asesinan su memoria, todavía residente en los restos del almendro de dulce sombra de su derruida casa de Santa María de Gracia.
Gomera, agosto de 2010, a 4 años vista del centenario de la muerte de Nicolás, a 16 de la de Patricio y a solo días de su póstumo asesinato.

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