CONTEXTUALIZACIÓN HISTÓRICA DE SECUNDINO DELGADO RODRÍGUEZ.

Por: José Ismael Rodríguez Delgado de Molina
Historiador y miembro de la Asociación Secundino Centenario.

   Contextualizar históricamente a Secundino es un trabajo, cuanto menos, inmenso, ya que hablamos de un personaje que no solo vive en más de cuatro países distintos y dos continentes, sino que además, le tocó vivir un periodo lleno de cambios drásticos en los mismos. El tránsito del siglo XIX al XX en Cuba y Estados Unidos es un periodo fundamental para el devenir de dichas naciones. Para Cuba significa el inicio de su andadura hacia la libertad que aun hoy continua; y para Estados Unidos el comienzo de la aplicación práctica de la “Doctrina Monroe” de América para los Americanos”, entendiéndose por América y los americanos a los estadounidenses y a la supremacía mundial de los mismos.
Centrémonos en las razones históricas por las que la diáspora, de la que forma parte Secundino, fue tan importante. Las razones económicas y culturales que empujaron a tantos canarios a abandonar su país a un futuro incierto, y en como España con su férrea dominación provoca y alienta la misma.
   La trascendencia histórica de Secundino Delgado no viene dada por su implicación en las luchas obreras de su época, ni por haber participado en la gestación de la primera independencia de Cuba, que también la tiene. Demostrado está que hubo canarios mucho más implicados y brillantes, que dieron su vida por la libertad de los pueblos a los que emigraron, dando muestras, más que sobradas, de generosidad, tenacidad y valor. La trascendencia histórica de Secundino estriba en que es el impulsor, el alma, el creador, el inspirador de la lucha independentista canaria contemporánea, ese es su valor. Un hombre que a pesar de las circunstancias deja su patrimonio y su vida por articular un movimiento político libertador, primero en la emigración y después en su propio país
   Secundino Delgado es un canario hijo de su tiempo y de las circunstancias que atenazaban al Archipiélago en aquellos momentos, la dominación española en el País había entrado de lleno en su segunda fase, la de la explotación práctica de sus recursos y sus gentes. Para un canario era imposible desarrollarse como persona en aquellos momentos, la semiesclavitud era la situación más común, y la miseria física y humana era el día a día en el Archipiélago.
   España, ha desarrollado, hasta el momento, tres estrategias distintas, pero complementarias, desde la invasión del Archipiélago en el siglo XV para su dominación y mantenimiento como territorio en el que lo único importante era su situación estratégica; el hecho de que el Archipiélago estuviera previamente habitado por un Pueblo con características étnicas y culturales propias suponía, al igual que en el presente, una grave dificultad a vencer a toda costa.
   La primera de estas estrategias dominadoras la implanta tras su victoria militar. En ese momento el objetivo era desnaturalizar a los canarios, eliminar toda consciencia de pueblo y a ser posible, de existencia, para ello se implanta una política de terror consistente en la eliminación del concepto de propiedad, de familia y de cultura canaria. Esto supone, en la práctica, la incautación de la tierra y su entrega a colaboradores foráneos o autóctonos, con el compromiso de afianzar la dominación práctica de Castilla. Daba igual si eran portugueses, genoveses, irlandeses o canarios, su única obligación era la de aceptar a la corona castellana como dueña y señora de estas tierras y prestarle ayuda siempre que les fuese solicitada. Al mismo tiempo se obliga a los canarios a integrarse en el nuevo orden como siervos, lo que provoca que la mayoría de ellos se nieguen ha hacerlo y, por consiguiente, tengan que huir a las montañas, siendo tratados como forajidos, ladrones y gente de mal vivir. La práctica de la religión o la utilización de la lengua canaria estaba considerado un delito muy grave, acarreándole al infractor la pérdida inmediata de la libertad y su posterior esclavización y venta. Son dramáticos los documentos que describen a los canarios de toda condición y edad, siendo vendidos en los mercados de esclavos o exhibidos como animales en las cortes europeas.
   La persecución a los canarios y a sus signos de identidad, en definitiva, a todo lo canario, tiene en estos momentos su punto más álgido y no se plantea, en tales circunstancias, el exterminio, porque los colonizadores necesitan de la mano de obra esclava para trabajar las tierras incautadas.
   En definitiva, la primera fase de dominación castellana en canarias se caracteriza por la destrucción y marginación de los canarios y su cultura a fin de establecer las bases sobre las que cimentar, con seguridad, la implantación de la segunda y de la tercera fase.
   Como ya anunciamos anteriormente, Secundino Delgado nace en el momento álgido de la segunda fase, en el que la conciencia de pueblo ya no existe en la mayoría de los canarios y en el que el poder de España ciertamente ya se sufre en el Archipiélago en todo su apogeo.
   La tercera fase, y por el momento, ultima, es la que actualmente se vive en Canarias, consistente en la destrucción definitiva de lo que queda de pueblo y de territorio, mediante la dominación psicológica, cimentada en 500 años de ocupación. Y cuando hablo de destrucción definitiva de canarias como pueblo, me refiero a los descendientes de los seres humanos que habitaban desde siempre éste Archipiélago, fomentando la llegada masiva de foráneos que obliguen a los canarios a retroceder a reservas hasta la desaparición como pueblo con características identitarias propias.
   Volviendo a la segunda fase de dominación española, las figuras fundamentales de la dominación en época secundiniana son los capitanes generales, los obispos y los caciques. Estos son los tres pilares en los que España basa su estrategia en el Archipiélago. Las jerarquías militares, con todo su escalafón inferior, incluida la Guardia Civil, eran los encargados del mantenimiento del sistema de explotación, donde la iglesia adoctrinaba y los caciques recolectaban.
   La sociedad canaria del tránsito al siglo XX es fundamentalmente agraria, analfabeta y servil. Los dos únicos núcleos no agrarios los encontramos en Santa Cruz de Tenerife y en Las Palmas de Gran Canaria donde al amparo de sus muelles van arribando agricultores desheredados que formarán las primeras masas obreras del Archipiélago. Pero la existencia de estos núcleos urbanos no significa ni progreso, ni riqueza ni existencia de burguesía. Los miserables del campo pasan a ser en las ciudades, miserables urbanos, al servicio de una oligarquía agraria que necesita de los puertos para exportar y de los capitanes generales que se enriquecían traficando en los mismos.
   Pero, a su vez, es por estos muelles por donde comienzan a entrar noticias de revoluciones, independencias y luchas obreras en otros países. Los muelles siempre fueron muy peligrosos. Los miserables urbanos, nunca los agrarios, comienzan a organizarse de forma tímida en asociaciones obreras, comienzan a exigir mejoras y esto es inaceptable para el establishment.
   En el Archipiélago, si nos damos cuenta, nunca se han producido revueltas, los ejemplos de enfrentamientos entre señores y siervos son escasos y nunca motivados por exigencias de mejoras laborales o planteamientos independentistas, frente a una situación de necesidades primarias básicas como la que se tenía en Canarias, la conciencia queda en un tercer plano. El hecho de que no encontremos fricciones importantes entre explotados y explotadores hasta la segunda mitad del siglo XX se debe a que la oligarquía cuando sospechaba que la situación social se encontraba excesivamente tensa, bastaba una comunicación con la metrópoli para que ésta permitiera la emigración a América, lo que determinaba que la presión volviera a bajar haciéndose posible de ésta manera continuar con el mismo sistema de explotación hasta la siguiente pre crisis.
   Pues bien, en este escenario nos encontramos a finales del siglo XIX. Ante la posibilidad de que el movimiento obrero se fortalezca y que los campesinos se revelen contra el cacique, desde la metrópoli se da vía libre a la emigración y es cuando se produce el gran trasvase de canarios a America, fundamentalmente a Venezuela y Cuba. Secundino Delgado es uno de esos miles de canarios que abandona su País en 1885.
   Su primer destino es Cuba, después Estados Unidos y posteriormente Venezuela. En Secundino se da una transformación que es muy común en la diáspora canaria. Cuando un canario se aleja de su país y toma perspectiva del mismo, las cadenas psicológicas que le atan a España van desapareciendo, los artificiosos vínculos que le unen a ese país lejano se van diluyendo y empieza a tomar forma esa consciencia que nunca desapareció del todo, la consciencia del ser y del existir y ya el segundo paso es el planteamiento del por qué de la dominación de un país sobre otro, del por qué de la sumisión. Esta liberación psicológica es la que lleva a miles de canarios a implicarse en las luchas liberadoras de todos los países a los que emigra, y es esa dependencia impuesta por el pesado poder dominador el que impidió e impide, que a los canarios nos quede un país por liberar, el nuestro.
   Pues bien, tras su relación con los independentistas cubanos y con José Martí en Tampa, Secundino se une a la revolución cubana, lo que le traería problemas durante el resto de su vida y a la postre, le causaría la muerte.
   La conciencia social de Secundino es muy temprana, la política se desarrolla en estos momentos, ¿por qué los canarios no tenemos el mismo derecho a nuestra independencia que los hermanos americanos?, esa pregunta y su posterior lucha es la que hace de Secundino Delgado uno de los hombres más importantes de la historia moderna de Canarias. Fue él el primer canario que rompe las cadenas del dependentismo psicológico y lo traduce en lucha política y social. Es el impulsor del primer movimiento independentista canario, entendiendo que la lucha no podía restringirse a un solo ámbito, que debía ser integral, era preciso que dispusiera de su propio vehículo de propaganda y de vehículo político. En una sociedad dominada por el caciquismo institucional, Secundino Delgado lidera una alternativa política que se declara autonomista, otra posibilidad era impensable, y logra de forma sorpresiva, representación política. Tengamos en cuenta que en aquellos momentos, las elecciones eran un timo tras otro, lo que abre la posibilidad a pensar que los resultados obtenidos, en realidad, fueron muy superiores.
   La oligarquía caciquil, representante del poder español en Canarias, no permitiría nunca que una opción política no dominada por ellos y que fuese en contra de sus intereses prosperase. Y así fue.
   Secundino es perseguido de forma implacable por el General español Weyler, el que fuera Ministro de la Guerra durante la independencia de Cuba y Capitán General de Canarias, lo persigue hasta encarcelarlo en 1902 sin cargos y por lo tanto sin juicio. Este encarcelamiento, por las condiciones inhumanas del mismo, es el que le cusa la muerte años después.
   Para poder valorar en su justa medida la labor política de Secundino Delgado debemos entender, en primer lugar, las condiciones históricas en la que desarrolla y en segundo lugar, lo que significó el rompimiento, por primera vez, de una dinámica instaurada cuatrocientos años antes a fuego y sangre.
   La obra política de Secundino Delgado no terminó con su muerte, él impregnó a todo el que le rodeó, las ansias de libertad y el orgullo que significaba ser canario. Ese esfuerzo, esa dedicación la recogieron otros, el testigo fue entregado y aceptado por José Cabrera Díaz y el PNC y estos a su vez lo entregaron a otros y estos otros a otros hasta llegar a nosotros.

Y ya termino con una frase de Secundino Delgado que sintetiza su pensamiento y su obra.

EL GRITO ESTÁ LANZADO Y NO LO RECOGEREMOS JAMAS: VIVA CANARIAS LIBRE.

El resto, depende de nosotros.

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