Como ya hemos visto anteriormente el viernes 7 de marzo de 1902 se generó
un debate en las cortes españolas sobre la publicación del periódico "Vacaguaré",
al día siguiente Romero Robledo aprovecha su intervención para realizar una
pregunta sobre la misma cuestión, quedando claro que "Vacaguaré" no fue tan insignificante como siempre han querido convercernos, su intervención:
Tengo aquí un periódico ministerial, y lo traigo como
autoridad, porque pasa como la Gaceta del partido gobernante; es claro que no
publica nada que pueda dar lugar ni siquiera al más ligero motivo de oposici6n
al Gobierno; pero aquí se trata de un hecho.
El Correo de anoche publica el siguiente telegrama: «Periodista
detenido, Tenerife 6. Custodiado por individuos de la benemérita, ha sido
embarcado en el vapor Millán Carrasco D. Secundino Delgado, director del periódico
autonomista titulado Vacaguaré. El detenido está reclamado por la Capitanía general
de Castilla la Nueva, para responder en causa que se incoó contra é1 en Cuba.
“Es hijo de una isla de Tenerife; pero el cónsul de
los Estados Unidos ha formulado una reclamación, fundándola en que Delgado es
súbdito de aquella Nación.”
Esto se agrava con el triste recuerdo, con los tristísimos
precedentes de lo que ocurrió en la isla de Cuba.”
Y añade. “Se comenta el incidente, así como la circunstancia
de que el administrador del periódico sea un escribiente del mencionado cónsul.
Desde hace días se anuncia la visita de una escuadra norteamericana.”
Cuestión es esta sobre la que, a pesar del valor que
yo le reconozco, no creo que se atreverá a contestar de una manera terminante
el Sr. Ministro de Agricultura, porque esta cuestión es de las que han de
marcar la dirección de un Gabinete, y si esta cuestión no se somete al Consejo
de Ministros, huelga el Consejo para todo lo que pueda relacionarse con los
intereses públicos.
El Sr. PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor Marqués de Casa-Laiglesia.
El Sr. Marqués
de CASA-LAIGLESIA: Ya que por fin puedo hacer use de la palabra, os voy a,
molestar por breves momentos repitiendo algo de lo que aquí se ha dicho con
grande oportunidad por mi amigo particular el Sr. Castro Casaléiz, y de lo que ha
tratado después con la autoridad parlamentaria que tiene, el Sr. Romero
Robledo. Pero no por más humilde, me creo menos obligado de decir algo sobre el
asunto que aquí se ha debatido.
Hace algún tiempo apareció en Canarias un periódico sin
importancia de ninguna especie, cuyo só1o titulo es, al menos en la intención
de sus bautizantes, una verdadera provocación para los sentimientos españoles.
Titulase Vacaguaré, y este título es el grito de guerra que usaba uno de los
menceyes guanches contra España, cuando la conquista. Claro es que no hay
obligación y que no la tienen los gobernadores de conocer esa clase de gritos;
seguramente el españolismo indudable, absoluto y entusiasta de las islas
Canarias, habría rechazado el solo título de ese papel, si le hubiera atribuido
alguna importancia real, que es lo cierto que no la tiene. Nuestro país tiene
la desgracia de haber perdido sus colonias y de haber conservado los
filibusteros. Es verdaderamente doloroso esto que sucede: las colonias han desaparecido,
pero la maldita simiente del filibusterismo se extiende a derecha e izquierda,
y donde quiera que hay un poco de agua, ya hay alguno que cree que puede
arrojarla a la tierra y hacer que fructifique.
El director de ese papel, no le quiero llamar periódico,
porque yo tengo gran cariño a los periódicos por razón de oficio, que casi
ninguno de vosotros desconoce, había sido ya expulsado de Canarias, había sido
filibustero en la isla de Cuba y había ido a la República de Venezuela, y de allí
había sido también expulsado por agitador. En aquella República había comenzado
a publicar un periódico defendiendo la autonomía de Canarias, periódico que
varias veces había sido enviado a las islas y había sido rechazado constantemente
por los honradísimos y españolísimos hijos de aquella provincia.
Ha vuelto, y supongo que ha ocultado su cualidad de
extranjero, suponiendo también que sea súbdito de los Estados Unidos. El periódico
ha caído en el mayor desprecio de las gentes; pero ha empezado, como suelen
empezar estas cosas, nutriéndose de doctrinas de autonomía administrativa y de
productos imaginativos de la inocencia ajena, para ir introduciendo sin escándalo
esa ponzoña, que puede llegar a ser peligrosa.
Yo me he levantado como representante de Canarias, teniendo
la seguridad de que siento lo mismo que mis compañeros de representación, para protestar
de esa propaganda, para sentir que se consienta, para asegurar que en las islas
Canarias el españolismo es tan grande como en cualquier otro sitio de la Península,
y para concluir diciendo que este patriotismo se mostró en una ocasi6n solemne,
como no se mostró en Madrid, en la capital de la Monarquía, cuando la desgracia
nos privara de aquella parte de territorio que poseíamos allende los mares, donde
perdimos nuestra dominación no ha mucho tiempo, desgraciadamente . En uno de
aquellos días tristemente memorables, nuestra calle de Alcalá iba llena de
carruajes que conducían a millares de madrileños a solazarse en la corrida de
toros, en tanto que en Santa Cruz de Tenerife se suspendieron las
representaciones teatrales, quedaron desiertos los paseos y las casas
aparecieron enlutadas en señal de dolor por las desdichas de la Nación. (Bien,
bien, en todos los lados de la Cámara.)
Es preciso, pues, que se cuide de que allí no se siga
sembrando la cizaña, que siempre lleva envueltos peligrosos gérmenes, aunque se
pueda afirmar, como yo lo hago ahora, que aquellos honrados españoles rechazan
en absoluto esas malditas predicaciones. (Aplausos.-Muy bien.)
El Sr. Marqués
de VILLASEGURA: Pido la palabra sobre este asunto.
El Sr.
PRESIDENTE: No puedo concedérsela a S. S. hasta que le llegue su turno.
El Sr. Ministro de Agricultura tiene la palabra.
El Sr. Ministro de AGRICULTURA, INDUSTRIA, COMERCIO Y OBRAS PÚBLICAS (Villanueva): Tiene
razón el Sr. Marqués de Casa-Laiglesia al lamentar que después de haber perdido
las colonias nos hayamos quedado con algunos filibusteros. Esto ya lo expresó,
previéndolo con gran intuición, admirablemente, Bretón de los Herreros, cuando
en un poema, describiendo varias enfermedades y accidentes de la vida, al
llegar a uno de ellos, decía:
“Hizo España buen negocio
quedándose con la peste
y perdiendo el
territorio.»
Pero si S. S. tiene razón en esto, yo creo que carece de
ella en cuanto a pensar que no se ha evitado o procurado evitar lo que sucede
en Canarias.
Hay una prueba que el Sr. Marqués de Casa-Laiglesia no podrá menos de
estimar como irrefutable. Si se habla de este asunto, si se mezclan incidentes
que pudieran ser desagradables, si fuesen ciertos, es porque el Gobierno ha
tomado las medidas que ha considerado necesarias, que, sin duda, han de ser
bastante eficaces para que eso no continúe.
Y no digo más, porque es innecesario que yo mencione
ni recuerde las palabras de S. S. respecto a la lealtad acrisolada de los
habitantes de Canarias, como no sea para hacer otra cosa que también es innecesaria
en mi: elogiarlos una vez más; porque saben aquellos habitantes que soy entusiasta
como nadie de ellos todos, y que he aprendido a quererlos hace muchos años, y
que ese cariño no se borrará de mí en toda mi vida. (El Sr. García Guerra: Lo viene
probando S. S. desde que es Ministro.)
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