Centenario del P.N.C., sin el P.N.C., “El Nacionalismo Canario”.


 

         Este 30 de enero de 2024 se conmemora el centenario de la fundación del Partido Nacionalista Canario, no cabe duda que esta efeméride es importante recordar, considerando al Partido Nacionalista Canario, su fundación y su historia, como Patrimonio del Pueblo Canario, existiendo poca relación con el “ente” actualmente denominado Partido Nacionalista Canario, de ahí el “sin el P.N.C.” en el titulo.

         Nuestro homenaje en este centenario comienza con la publicación del artículo “El Nacionalismo Canario”, que apareció en el número 1 de la revista ilustrada “EL GUANCHE”, que era el órgano de difusión del Partido Nacionalista Canario y que apareció el 15 de marzo de 1924 en La Habana.      

          EL NACIONALISMO CANARIO.

         El treinta de enero último se colocó la primera piedra de una obra que pronto será monumental. Cuando este grupo de patriotas canarios se reunía para fundar el Partido Nacionalista, no hacía otra cosa que obedecer a las fuerzas ciegas del destino que guía a los hombres y a los pueblos hacia el Porvenir- Porque el Partido Nacionalista Canario es la concreción, fervorosamente elaborada, de profundas ansias emancipadoras y de altos ideales libertarios.

Para muchas gentes, este movimiento ha sido una sorpresa. Quienes así piensan, claro está, no son compatriotas nuestros; son los legítimos descendientes de aquellos otros que se reían del separatismo cubano en plena epopeya revolucionaria y que hablaban muy frescamente del bombardeo de Nueva York en las vísperas de la guerra hispano americana.

 Viven esas gentes añorando las grandezas pasadas, sin percibir el presente doloroso. Cuando las regiones españolas se disgregan, cuando Cataluña y Vizcaya y Galicia rompen los vínculos que las mantenían sometidas a los Poderes centrales y se inicia la crisis de la descomposición nacional, hay quienes sueñan con conquistas, vuelven los ojos al Norte de África y piensa en el resurgimiento de la “España grande y poderosa de Felipe II.

Debía antes al contrario, sorprenderles el silencio del Archipiélago canario. Separado por largo trecho el e mar de la Península ibérica, situado fuera del continente europeo, con personalidad propia y con medios sobrados para la vida independiente, ¿Qué motivos de orden político, de orden moral o de orden patriótico podían mantenerlo sometido al coloniaje? ¿Qué tétulos tiene la metrópoli española a la gratitud de las Canarias? ¿La conquista, acaso? Testimonios irrebatibles, ni siquiera discutidos, que recogen  los historiadores de la época, demuestran que los aventureros conquistadores, no eran muy solícitos en su honor y su hidalguía: la deslealtad y la traición fueron sus armas, y aún así necesitaron  una centuria para tomar posesión de las islas.

¿Acaso la civilización? La raza guanche no era salvaje, ni sanguinaria, ni supersticiosa. Los primitivos pobladores canarios eran pacíficos, valerosos y leales: una raza de hombres laboriosos y buenos y de mujeres bellas y honestas. En materia religiosa, adoraban a un Dios Creador Único. En organización política, practicaban el patriarcado, un patriarcado que infundía en el pueblo sentimientos de noble y generosa confianza mutua.

Y si rememoramos la obra de la dominación española, nuestros resentimientos se avivan. Poco a poco, lenta pero persistentemente, las islas Canarias han ido perdiendo sus prerrogativas características: el régimen centralizador español nos las fue arrebatando una a una. Y en pago de nuestra mansa servidumbre, ¿qué hemos recibido los canarios? Las Canarias deben a su propio y exclusivo esfuerzo su actual prosperidad material. Su movimiento marítimo, superior al de los más grandes puertos del mundo; su producción agrícola, y su comercio de exportación, que representan un caudal enorme de millones cada año, ¿son siquiera obra de la acción metropolitana? Basta decir que tenemos más tráfico con la Gran Bretaña en un día que con España en un año; que los fletes entre Canarias y la Península son prácticamente prohibitivos, en tanto que poderosas naves inglesas, alemanas y francesas fomentan y facilitan nuestras relaciones con sus naciones respectivas; que el capital español no ha hecho absolutamente nada en el Archipiélago, mientras el oro extranjero circula con más profusión que la moneda nacional; que cuando los gobiernos nos imponen diputados cuneros, para que lleven a las Cortes la representación de una comarca para ellos completamente desconocida, otras naciones nos envían comisiones científicas que estudian nuestra flora y nuestra fauna; que en tanto hasta la Gaceta Oficial de Madrid incurre en absurdos que prueban la supina ignorancia de los centros gubernamentales sobre la exacta situación de las Islas, obras en inglés, en alemán y en francés pregonan las excelencias de nuestro clima, las bellezas de nuestros paisajes, la riqueza de nuestro suelo y las virtudes de sus moradores; que mientras el Directorio Militar considera tan desagradable la estancia en Canarias que la escoge para castigo de ilustres residenciados, Europa, con excepción de España, envía cada año legiones de turistas en busca de belleza y de descanso y de enfermos en ansia de salud; que no tenemos escuelas oficiales, pero contamos con observatorios y laboratorios extranjeros, y que, en una palabra, frente al abandono y al desdén de la metrópoli, cada día es más cuidadosa la atención británica.

Estos evidentes contrastes son los que han ido elaborando el sentimiento nacionalista canario. En 1897, "El Guanche", desde Caracas, tradujo en bélicos acentos las protestas y las aspiraciones de los canarios. Poco más tarde, en Tenerife, "Vacaguaré" recogía la bandera de la Causa y  moría inmediatamente con la prisión y el destierro de sus editores. Desde entonces, en corriente subterránea, las aguas nacionalistas siguieron su curso al mar de la Independencia saliendo a la superficie a veces, en rápidos surtidores, ya en alborotadas manifestaciones públicas, bien en campañas periodísticas o por último en el verbo inflamado de nuestros poetas. Reconozcamos a este propósito que el Ateneo de Tenerife ha realizado una labor meritísima en la preparación de la conciencia popular para la aceptación del nacionalismo.

Tal es, en toscas y breves pinceladas, la posición del problema en el momento actual. Con la fundación del Partido Nacionalista Canario y la publicación de esta revista, el movimiento adquiere aquello que le había faltado hasta hoy: organización, disciplina, unidad de miras, coordinación de esfuerzos….

Saludémosle, pues, como a la aurora de uno día de Paz, de Libertad y de Amor.

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